¿Otra vez tengo mareos matutinos?, pero si hace mucho que terminé con los achaques. Puse las manos en mi escritorio para no caerme, luego inhalé profundo y cerré los ojos para concentrarme en la respiración.
Inhala… exhala.
Esta sencilla técnica me había funcionado los primeros meses, pero no me estaba ayudando en ese momento porque empecé a sentir el mareo en mis manos, era como si la mesa se estuviera balanceando. Pensé: “¡Esto es peor que al principio!, de seguro me va a dar náuseas y luego estaré vomitando el piso de la oficina”.
Me imaginé la escena con claridad, sentí un adelanto de la vergüenza por la catarata de huevos con chorizo que inundaría el piso. De pronto escuché la voz de Emiliano, y se hacía más fuerte en cada paso que daba desde su oficina, me estaba gritando muy alterado: “¡Dina, Dina!… ¿Qué estás haciendo? ¡CÓRRELE! ¡Tenemos que salir, está temblando!
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