Con la novedad del ChatGPT que me tiene sorprendida, ya le he pedido escribir diferentes textos: desde manuales hasta poemas. Me la paso haciendo preguntas para ver qué me responde. De ahí se me ocurrió pedirle una lista de cien escritoras mexicanas que siguieran vivas.
Luego vine emocionada a mi blog para contarles y publicar la lista. Pero después de un par de días me pongo a buscar a las autoras para ir viendo qué libros comprar. Y vaya sorpresa, me topé con que este GPT es un mentiroso inventor: me puso nombres de mujeres que no existen (al menos como escritoras), nombres de escritoras de otros países, nombres de mujeres mexicanas que no son escritoras, por ejemplo fotógrafas, e incluso un nombre en la lista era de un hombre escritor.
En conclusión, que su lista mucho me sirvió para poquito más que nada. Limpié la lista de errores y al final me vino quedando muy corta, no llega a 100. De modo que aquí les muestro la lista limpia que iré ampliando en futuras actualizaciones, con el objetivo de llegar a cien.
Alma Delia Murillo
Ana Clavel
Ana García Bergua
Andrea Chapela
Andrea Muriel
Ángeles Mastretta
Araceli Ardón
Atenea Cruz
Beatriz Rivas
Brenda Lozano
Carmen Boullosa
Carmen Villoro
Cecilia Eudave
Cristina Rascon
Cristina Rivera Garza
Daniela Tarazona
Diana del Ángel
Dina Grijalva
Elena Poniatowska
Elisa Ramírez Castañeda
Elsa Cross
Enzia Verduchi
Esther M. García
Gabriela Jauregui
Gabriela Ynclán
Guadalupe Nettel
Ingrid Solana
Irma Gallo
Isabel Zapata
Josefina Estrada
Julieta García González
Karen Chacek
Karen Villeda
Karina Sosa
Laia Jufresa
Laura Baeza
Laura Esquivel
Liliana V Blum
Luisa Josefina Hernández
Luz Aurora Pimentel
Lydiette Carrión
Margo Glantz
María Baranda
María García Esperón
Maricela Guerrero
Marina Azahua
Marta Lamas
Martha Cerda
Martha Riva Palacio Obón
Mónica Lavín
Myriam Moscona
Nadia Villafuerte
Natalia Toledo
Nora de la Cruz
Paola Tinoco
Patricia Arredondo
Patricia Laurent Kullick
Raquel Castro
Rocío Cerón
Rosa Beltrán
Rosario Castellanos
Socorro Venegas
Sylvia Aguilar Zéleny
Vivian Abenshushan
Algunos nombres ya los puedo marcar como leídos, y trataré de no repetir autoras para terminar de leerlas a todas (difícil no repetir porque acabo de leer a Guadalupe Nettel y me gustó tanto que ya compré otro título de ella).
Quisiera escribir una reseña individual por cada autora que lea, pero es un deseo imposible porque no tendré tanto tiempo con este ambicioso reto que me acabo de proponer; tomando en cuenta que tengo lecturas pendientes, lecturas escolares, tareas de escritura y mi proyecto personal de escritura (y falta amontonarle mis actividades de ser mamá, ser scout y netflix, —¡ay! y el marido, jaja—). Lo que sí puedo hacer es escribir una entrada por cada diez nombres.
¿Quieren unirse conmigo al reto para leer a 100 escritoras mexicanas contemporáneas (vivas)?
En el 2021 fue que me animé a seguir mi sueño de ser escritora. Por eso me anoté a talleres, leí libros sobre escritura, seguí varios blogs de buenas y bonitas escrituras, y de escritores que admiro, e incluso me la pasé escuchando podcast sobre escritura.
Y terminé el año con el logro de admitir, para mí misma y para unos cuantos, que soy escritora. Porque a lo mejor parece fácil que cualquiera ande por ahí diciendo que es escritor, pero da miedo enfrentarse al qué dirán.
Sabemos que las redes sociales son solo una parte de la realidad, y que debemos ver todo con ojo analítico, porque “caras vemos, corazones no sabemos”.
Aún así tendemos a compararnos, y a pensar que nuestra vida no es tan feliz como la de tal o cual… creemos que somos las únicas con problemas económicos, problemas de pareja, problemas con la comida, problemas, problemas, problemas.
De ahí que nacieron estas cuentas que promueven “la vida real”, por así decirlo, son influencers que no solamente se quitan los filtros, sino que además los hacen evidentes, y nos dicen: Este es un cuerpo de verdad, está es una relación de pareja real, esto es ser mamá, esta es una casa sin filtros, etc.
La historia de cómo llegó este libro a mis manos te parecerá conocida y a lo mejor te identificas.
Para empezar este libro no es mío, es de mi marido; se lo recomendaron sus colegas médicos. Y como tengo el prejuicio de que los doctores lo único que leen es sobre medicina, y poco o nada de lo demás; desdeñé la recomendación. Le hice el fuchi. Deduje que sería de esos libros de autoayuda que no me gustan por simplones, de esos que tienen poco contenido y mucha palabrería larga. Y lo descarté de mi lista “por leer”.
Eramos cinco mujeres sentadas en círculo. No nos conocíamos y por eso el maestro nos pidió que nos presentáramos: “Digan su nombre y a qué se dedican”.
Empezó su presentación una señora de unos setenta años. Dijo que se llamaba Laura, que daba cursos de pintura para niños en la cochera de su casa, que vendía pastelitos los fines de semana y que tenía un huertito en su patio.
Se me vinieron encima las puntas de los dedos y me dio comezón en los oídos. Solté el paraguas de mis sueños y me llovieron las dudas. De pronto se hizo una tormenta.
No es que las mujeres tengamos un conocimiento innato sobre el cuidado de un bebé.
Lo que pasa es que lo estudiamos desde niñas. Aprendimos cómo cambiar a un bebé y a combinar la ropita, darle biberón cuando llora, ponerle un pañal y hasta traer al nenuco cargado todo el día.
No es que los hombres, por ser hombres, no sepan cuidar a sus hijos o hijas.
Es que desde niños les dijeron que los nenucos eran cosa de niñas. Lamentablemente se lo creyeron, y lo peor es que nosotras también.
Saber cuidar un hijo no es cuestión de rol de género. Es esta cultura del patriarcado en la que nos educaron, la que dicta que como la mujer es la que se embaraza, entonces es la que por “naturaleza” debe cuidar a los bebés, que como es la que amamanta, es la que debe responsabilizarse 100% del bebé.
Pero nos estamos dando cuenta que a esa cultura del patriarcado se le olvidó que una mujer no se embaraza sola, que por “naturaleza” son dos los involucrados y que la responsabilidad de los cuidados debe ser equitativa.
Una mujer, al convertirse en mamá, no tiene la obligación ni el deber de dejar de trabajar para quedarse en casa a cuidar a su bebé.
Ahora lee esto:
Un hombre, al convertirse en papá, no tiene la obligación ni el deber de dejar de trabajar para quedarse en casa a cuidar a su bebé.
¿Sentiste conflicto al leer la primera frase? Hay que darnos cuenta que hemos normalizado que una mujer, por ser mujer, sea la cuidadora de su bebé el 100% de su tiempo.
Y si bien le va y el papá le “ayuda”, cuida a sus hijos el 90% de su tiempo.
Necesitamos mujeres en todas las esferas profesionales, y sobre todo en los espacios públicos, sin embargo hay pocas, y no es porque no quieran, sino porque como todo en la vida hay que sembrarlas para tener cosecha.