Reseña: Ecos

Creemos que somos nosotros los que elegimos qué leer, sin embargo tengo un fuerte presentimiento de que los libros nos llegan cuando nos tienen que llegar. Y de ese modo llegó a mis manos el libro ‘Ecos’ de la escritora Atenea Cruz, que además de ser mi profesora en la licenciatura, es una autora que ha sido reconocida con dos premios literarios y tiene en su trayectoria cuatro libros publicados.

La narración de Atenea Cruz se ha definido como económica, ya que en pocas palabras logra describir con precisión personajes y escenarios. En su escritura no hay ningún párrafo que sobre y ningún detalle que falte. Con ese talento presenta Ecos, una novela corta que tiene poco más de cien páginas. 

En Ecos hay una oscilación entre el terror y el horror. Terror por las circunstancias que atraviesa Celia, personaje principal, cuando confronta al mundo y a su propia madre; horror porque lleva colgado el fantasma de su madre y también porque después de morir, decide mortificar al único hombre que la amó.

Siendo una novela que inicia por el final, al principio no podemos entender el acto terrorífico que ha cometido Celia al matar a su propio hijo, suicidándose después. Sin embargo recorremos la historia hasta conocer el origen de su decisión, y de a poco vamos entendiendo su herida, y aunque parece difícil llegamos a justificar sus acciones.

Leemos la vida de Celia  llena de sufrimiento desde el principio, primero por parte de las mujeres de su familia, su madre y abuela, quienes construyen una relación de tres generaciones llena de fricciones, poniéndola en medio de expectativas distintas, llenándola de reclamos por ambos lados.

El mundo de esta novela, el que vive Celia, refleja casi con precisión la cosificación que viven muchas mujeres en la actualidad, junto con la presión social sobre el papel que deben saber interpretar por naturaleza: el de ser madre. 

Sin embargo la verdadera ambición de Celia es ser vista de verdad, no con la mirada sobre sus nalgas ni supeditada a lo que los demás quieran de ella, sino por su propia ambición, por ser quien es y por su capacidad de crear arte cuando monta a caballo. En cambio vemos que los demás personajes interactúan con ella sin verla, porque solo ven en Celia lo que quieren ver, desde la madre hasta el hombre que piensa que la ama.

Su necesidad de ser vista es lo que la lleva a casarse con Luís, porque confunde la admiración que este le tiene con la mirada que ella busca. Pareciera que el matrimonio fuese una ruta de escape fallida, porque lejos de que el marido la escuche y entienda, convierte a Celia en un requisito de su propia lista de cosas por cumplir para ser un hombre de verdad. Así es como la historia de Celia es la de la mayoría de las mujeres, de quienes se espera que después de casarse sean esposas y madres abnegadas. Un rol que Celia y muchas mujeres intentan cumplir, y que al igual que ella, muchas mujeres fallan en interpretar.

El enojo que Celia viene arrastrando es lo que le da el coraje suficiente para por fin seguir su instinto y librarse del papel que nunca quiso. De hecho su marido Luis es igualmente orillado a interpretar el rol del hombre que provee, el que compra la casa y llega con la familia después de trabajar, porque eso es lo que le han dicho; aceptando ese papel con marcado entusiasmo a diferencia de su esposa, incluso demuestra que está más enamorado de la meta que de Celia.

Trillada la frase de nunca antes como ahora, que me viene a la mente para entender la decisión de Celia de revelarse ante las estructuras sociales de su mundo, porque nunca antes como ahora las mujeres tuvimos la oportunidad de ser actores de nuestra vida. 

Así como Celia, las mujeres buscan ser vistas sin ser cosificadas, que el cuerpo que habitan deje de ser sexualizado, y que la palabra maternidad suelte de una vez por todas a la palabra instinto, porque se puede ser mujer completa sin querer ser madre.

Mientras más profundizaba en el mundo de Celia, más resonaban todas las historias que había leído del libro ‘Madres Arrepentidas’ de Orna Donath, donde muchas mujeres al igual que Celia se atrevieron a liberarse, mujeres que tuvieron la valentía necesaria para reconocer la mentira que se dijeron a sí mismas sobre el valor de ser mujer.

Pocas novelas como la de Atenea se atreven a nombrar esta realidad que viven muchas mujeres, como si fuera un tabú que una mujer que es madre desee otra vida para ella misma a pesar de estar casada con un hombre que la ama y que la provee de todo; convirtiendo en obligación querer lo que es natural y en pecado el arrepentimiento.

Sin embargo Celia nos demuestra que es posible que una mujer tenga instinto de libertad y valor para seguir su propio llamado.

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