Respeto no como ese acto de “respetar a los mayores” o “respetar el lugar para personas discapacitadas”, porque ese es un tipo de respeto que se da a las personas que están en una posición de fragilidad; ese es el mismo tipo de respeto cuando decimos: “respeta a las mujeres”. No, no hablaré de ese tipo de respeto.
Quiero hablar del respeto que damos a las personas que consideramos que son especiales por algún motivo. Del respeto que nace de la admiración, de saber que estamos frente a alguien que, por su trayectoria o conocimiento, merece nuestro respeto. El respeto que nos hace querer escuchar a esa persona, y que nos lleva creer todo lo que nos dice.
Cando decimos “gánate el respeto”, lo que quiere decir es “gánate ese trato deferente”; porque este es un respeto que sí se cosecha, que se trabaja, y se gana.
Pero una mujer no se “gana” ese respeto, una mujer tiene que “luchar” por ese respeto, solo por el hecho de ser mujer. Una mujer debe demostrar que lo merece, y para lograrlo debe demostrar que es una navaja suiza, es decir, que tiene más de un motivo que la hace acreedora a ese respeto. En cambio, un hombre tiene por default un trato de respeto, solo por el hecho de ser hombre. Un hombre puede perder el respeto de los demás, o ganar más; pero de entrada ya tiene algo de respeto, sin siquiera demostrar nada.
Una mujer tiene que estar demostrando constantemente por qué sabe lo que sabe, debe llegar exhibiendo su trayectoria para probar que lo que dice es veraz y válido. No es como que en la conversación pregunten abiertamente por sus credenciales, simplemente dudarán de su capacidad hasta que pueda convencer, con el tiempo, que en efecto merece respeto.
Esto explica porque hay más hombres en posiciones de respeto, que mujeres.
Varias veces he sido testigo del trato de respeto que recibe un hombre que llega a un grupo: se le da lugar en la conversación y se le concede autoridad cuando habla de algo, porque se supone que sabe de lo que habla, y le creen. Pocos cuestionan. Quizás con el tiempo nos demos cuenta que sí sabe, o a lo mejor nos demos cuenta que es un fantoche, pero de entrada tiene el respeto del grupo. Además, tendría que cometer un montón de errores para que pierda respeto, ¡porque hasta para eso!, es raro el hombre que pierde respeto, casi siempre se le justifica.
Esto que les digo es lo que yo he visto. Veo a la mayoría de un grupo respetando (ya quedamos a qué tipo de respeto me refiero) a un hombre que no tiene nada que admirársele. Incluso a veces son hombres cuyo único mérito es ser buena onda. Son hombres fábricas de miel: atraen con todo lo que dicen, casi siempre mentiras empalagosas, usan artificios; ellos son falsos. Se mueven en el mundo con el único objetivo de quedar bien, no tienen más méritos. Son una navaja de dos filos, y con eso es suficiente para ellos, dos filos y nada más para ser respetados.
Una mujer debe ser navaja suiza, no hay otra forma, y aún así se topará con más de un hombre que no estará dispuesto en aceptar que una mujer sabe más, porque la mayoría tiene problemas concediendo autoridad a una mujer. Esos son los grandes saboteadores, los que aprovechan su influencia de hombre para hablar y actuar en contra de las mujeres navajas suizas, haciendo que ganarse el respeto sea una lucha constante.
Ganarse el respeto es una lucha. Es un trabajo cansado tener que estar demostrando que merecemos respeto y autoridad; es agotador estar luchando para que nos escuchen de verdad y se nos tome en cuenta. Esta es una situación por la que todas atravesamos. Algunas se dan cuenta, pocas son conscientes de la lucha, muchas ni lo han notado y mucho menos lo habían pensado.
¿Y ellos? Ellos menos se dan cuenta. Ellos viven sobre el privilegio de ser hombre.
Buenos días, Julieta
Muy buena esa comparación de una mujer con la navaja suiza. Así lo veo yo. Me ha encantado tu relato.
Somos unas todologas ¿verdad? Gracias Esther por pasarte y comentar =D