La caricatura de Shrek no es de mis favoritas y apenas he visto algunas escenas, sin embargo el cuento de Steig me gusta porque es directo y fácil; nada le sobra y todas las partes de la historia aportan.
La historia de Shrek es la historia de vida de una persona promedio, pero podemos llegar a creer que es lo opuesto si hacemos una lectura objetiva, porque el autor concedió al personaje características que nadie desearía: es horrible, es malo y nadie lo quiere. Usualmente tendemos a identificarnos con los personajes que son todo lo bello y todo lo bueno, ya sea porque así nos percibimos o porque es lo que deseamos.
Shrek pasa entonces, por diferentes etapas de vida: al nacer se parece a sus padres, pero es aún mejor porque los supera. ¿Quién no quisiera ser mejor que sus padres?, o viceversa, ¿qué padres no quisieran que sus hijos fueran mejores que ellos? Shrek es tan bueno en su propia naturaleza que los padres están confiados en que está listo para salir al mundo y por eso lo lanzan a que viva su propia vida. Y la cuestión es que desde eso ha sido lo normal desde siempre, pero ahora parece que los padres dudan de las capacidades de sus hijos y en lugar de aventarlos del nido, siguen consiguiendo lombrices por ellos.
Pero este perfecto Shrek sale confiado del nido, feliz para vivir su propia vida, y cada paso refuerza su creencia en sí mismo. Sin embargo esto no es suficiente, y Shrek quiere más: quiere saber cuál es su destino. Y hace lo que cualquier persona de su edad haría cuando quiere saber sobre su destino: se lo pregunta a alguien más. Porque a esa edad parece obvio que otra persona sepa más sobre nuestro destino que nosotros mismos; por ejemplo los padres, los amigos o la sociedad, todos parecen saber lo que es mejor para nosotros. Es de lo más normal buscar respuestas en el tarot, o a través de una carta astral e incluso en la numerología. Shrek está de suerte, se topa con una bruja y no pierde el tiempo para preguntarle sobre su destino.
Ahora Shrek tiene un destino y está feliz, no importa que él no haya elegido su destino. Y sigue su camino con la seguridad de que debe buscar a su princesa.
En las siguientes páginas vemos a Shrek de lo más contento con ser lo que es, se siente dueño de él mismo y está feliz. Recorre los caminos con seguridad e incluso elige las opciones más arriesgadas solo para demostrarse a él mismo que nada puede detenerlo. Se mofa del trueno y del dragón. ¡Que invencible se siente!
Cuando Shrek encuentra al burro que la bruja presagió, le exige que lo lleve con el caballero. Luego el caballero no lo dejará entrar a la torre de la princesa hasta que pase “sobre su cadáver”. Como es de esperarse, Shrek lo derrota.
Entonces pasa algo peculiar que reafirma el tema de amor propio en el cuento, cuando Shrek se ve por primera vez en un espejo. Al principio se asusta, pero cuando se da cuenta que es su propio reflejo, cae enamorado de sí mismo.
Ya luego encuentra a la princesa y se casa con ella. Fin.
Y así es como el cuento “opuesto” termina convirtiéndose en el cliché de todos los cuentos de esa época, y resulta ser una historia del camino del héroe, con lo chocante que resulta ser que la princesa no hizo nada y solo estaba ahí esperando al primer hombre horrible que quisiera casarse con ella.
Y termina con eso de que vivieron felices por siempre, pero ¿qué pasará cuando Shrek se dé cuenta que el destino que la bruja predijo, no es lo que de verdad quiere? ¿De verdad el Shrek viajero podrá quedarse metido en el castillo de la princesa? Y la princesa… ¿amará todos los días el ego inflado de Shrek?
Sé que Disney se inventó una segunda parte, pero no la he visto. A lo mejor ahí no viven felices ni comieron perdices.
Buenos días Julieta.
Es curioso. Todos nos vemos guapos e inteligentes (o la mayoría), hasta que empezamos a escuchar a quienes nos ven desde fuera. Y ahí empieza el problema. ¿Creerles o no? ¿Decidir que no te importa?