No estoy segura si debería darme pena escribir que yo no conocía a Benito Taibo antes de leer este libro. En mi memoria está el apellido Taibo, porque lo han mencionado en las noticias. No recuerdo cuáles noticias, pero sí recuerdo haber escuchado algunas malas críticas.
Empecé a leer el libro con mucho entusiasmo, el título es muy atrayente, la verdad a todos nos gusta sentir que no somos de la borregada (aunque desde mi punto de vista, todos lo somos).
El libro está escrito en primera persona, desde la mente de Sebastián, un niño de doce años. Apenas empezar a leerlo no pude creerme la historia y me desconecté de la trama. Es que verás… Sebastián tiene una madurez que no es común en un niño de su edad, eso y su modo de pensar, con tantas palabras inusuales hasta para un adulto.
Pero bueno, seguí leyendo tratando de reconectar con la magia de la literatura, esa donde nos creemos “la realidad que no es” como dijo Vargas Llosa. Pero no pude. Terminé de leer desconectada de la narrativa, porque continuaron esas palabras raras para un niño de doce y ese razonamiento que no suele tener alguien sino hasta pasada la adolescencia, con ideas que hacemos propias cuando andamos en la universidad. Pero es que, incluso me topo con gente que a sus treintas apenas andan en ese nivel de conciencia.
Por eso no disfruté de la lectura como al parecer la mayoría lo ha hecho. Avanzaba cada capítulo y el autor no disimulaba ni un poco esta cuestión, así que no pude sentir creíble la ficción.
Como te dije, la narración la hace Sebastián y va compartiendo su punto de vista al mismo tiempo que nos cuenta las cosas que le van ocurriendo. Habla en presente y no en pasado. Si a lo mejor estuviera escrito en pasado, como cuando se recuerda lo vivido, me lo habría creído todo (un buen ejemplo es el “Murmullo de las abejas” de Sofia Segovia, donde el personaje nos cuenta lo que vivió de niño pero a través de los ojos y la inocencia de esa edad). O si desde el primer capítulo se hubiera justificado que Sebastián era lector; pero Sebastián se va formando como lector con la convivencia con su tío y no antes.
Además sentí que los dos personajes eran uno mismo, porque insisto, los pensamientos de Sebastián eran de un adulto e incluso, similares a los de su tío. Ambos personajes planos, y con el mismo discurso de principio a fin. Creo que con la novela se puede conocer a Benito Taibo sin filtros, y los personajes son la excusa que usó para decir lo que piensa. Y ya sé que es común que un autor diga lo que piensa a través de sus personajes, pero es que ni siquiera se animó a darles errores o que fueran un poco más imperfectos. Al tío lo pinta maravilloso y Sebastián se equivoca apenas nada durante la trama, y resulta ser un niño demasiado bueno, que todo hace bien y todo lo piensa bien.
Este es un libro sobre libros, y de cómo la lectura nos forma. De hecho parece que la premisa que abraza Benito Taibo en este título es precisamente la frase del escritor Tomás Eloy Martínez, citada al final, que dice: “Somos, así, los libros que hemos leído. O somos, de lo contrario, el vacío que la ausencia de libros ha abierto en nuestras vidas”.
A lo mejor podría recomendarlo a los jóvenes (y no niños) que empiezan a leer, porque en cada capítulo quiere inspirar el amor a los libros y de diferentes formas quiere demostrarnos lo estupendo que es leer —aunque a veces se pasa de pretencioso, como si por leer mucho fueras de mente superior o una persona más buena que los que no leen, como quiere vendernos Taibo—. Para los que comienzan a leer sirve como brújula, pero si ya llevas un rato pues vas a sentir que se queda corto en sugerencias, manteniéndose en los tradicionales autores de literatura y casi ninguna referencia de autores contemporáneos, por ejemplo, se queda con los mismos de siempre: Julio Verne, Shakespeare, Carlos Marx, Alejandro Dumas, Bram Stoker, Mark Twain, Umberto Eco, Quevedo… y así, incluso apenas dos autoras son mencionadas y una de ellas es Ana Frank.
Tiene muchas frases tweeteables y subrayables. Yo lo dejé rayoneado y con sus pestañitas, porque sí me dio para reflexionar y sí coincido con varias ideas que el autor nos quiere transmitir.
Y como sugerencia, cuando lo vayas a leer fíjate que hasta atrás hay un apartado que se llama “La Biblioteca de Sebastián”. Ahí Taibo pone los libros que menciona en cada capítulo y una breve reflexión sobre el capítulo. Te recomiendo que al terminar la lectura de cada capítulo, vayas a este apartado para leer las notas referentes a dicho capítulo, para que vayas a la par, uno y uno. Yo lo vi hasta el final y pensé que me habría gustado complementar la lectura de cada capítulo con esas notas.
Y bueno, siempre digo que el gusto se rompe en géneros, y a cada quien su cada cual. No estoy diciendo que no lo leas, al contrario, si lo lees espero que me digas si coincides o no con mi reseña. Y si ya lo leíste, dime tú cómo lo viviste.