Reseña: Mujeres de ojos grandes

Un libro que tenía mucho tiempo en mi wishlist y por fin se me hizo comprarlo. Es el primer libro que leo de Angeles Maestretta, una autoraza esta mujer, de las mejores que tenemos en México.

Por la descripción del libro sabía que era una colección de relatos y con mujeres de personajes principales. Supuse que el título era porque tenían ojos grandes, así que conforme fui leyendo esperaba encontrarme con la descripción física de unos ojos grandes… pero no, ninguna de ellas se caracteriza especialmente por tener ojos grandes, incluso en algunas ni sabes cómo son sus ojos.

Cuando iba por la mitad me cayó el veinte: estas mujeres tienen ojos grandes porque demuestran capacidad de ver más allá, de darse cuenta, como si fuera una amplitud de miras. Son mujeres que a pesar de vivir en un México post-revolucionario, donde ya sabemos que sus roles eran reducidos a la casa y la crianza, tuvieron el espíritu para salir de los límites impuestos, dejarse llevar por deseos, pasiones y ganas.

Me parece que fueron tan valientes para esa época que, incluso aún en la actualidad, no cualquier mujer se atrevería a romper esos estándares, y las que se animan siguen siendo señaladas.

Los relatos son cortos, van al grano y describen la realidad que vive la protagonista. Además a todas las conoces como la tía, lo que al principio me hizo enredarme un poco, porque intentaba imaginarme ese árbol genealógico donde todas son tías de la que va narrando, pero luego descubrí que no eran de la misma familia, y que es el estilo que utilizó Angeles Maestretta para contar sus historias. Y así conoces la historia de la tía Clemencia, de la tía Paulina, de la tía Isabel y de las demás tías, sin que entre ellas exista parentesco. Supongo que viene a ser un énfasis de esa costumbre que se tenía de decirle tía a todas las mujeres mayores que eran cercanas a la familia, aunque muchas eran amigas o tenían otro parentesco, y que al final a todas les decíamos tías. Costumbre que por cierto, vamos perdiendo.

La historia de la tía Chila fue de las que más me gustó, primero porque por iniciativa propia abandonó a su marido, a pesar del escándalo y las habladurías que se dijeron de ella. Segundo porque fue madre sin hombre y trabajó para mantener a sus cuatro hijos —que ya de por si era difícil para una mujer encontrar trabajo de lo que fuera, ahora súmale la discriminación a la que debió enfrentarse por abandonar a su marido—, ósea, soy su fan. Y tercero por el merecido sermón que le dio al marido de Consuelito, cuando con pistola en mano empezó a gritarle a su mujer con insultos, zangoloteándola en frente de sus amigas. Esto fue lo que le dijo la tía Chila:

Usted se larga de aquí. Usted no asusta a nadie con sus gritos. Cobarde, hijo de la chingada. Ya estamos hartas. Ya no tenemos miedo. Déme la pistola si es tan hombre. Valiente hombre valiente. Si tiene algo que arreglar con su señora diríjase a mí, que soy su representante. ¿Está usted celoso? ¿De quién está celoso? ¿De los tres niños que Consuelo se pasa contemplando? ¿De las veinte cazuelas entre las que vive? ¿De sus agujas de tener, de su bata de casa? Esta pobre Consuelito que no ve más allá de sus narices, que se dedica a consecuentar sus necesidades, a ésta le viene usted a hacer un escándalo aquí, donde todas vamos a chillar como ratones asustados. Ni lo sueñe, berrinches a otra parte. Hilo de aquí: hilo, hilo, hilo. Y si necesita comprensión vaya a buscar a mi marido. Con suerte y hasta logra que también de usted se compadezca toda la ciudad.

Ahí tenemos la historia de la tía Clemencia, enamorada de muchos hombres y con los que no quiso casarse, vivió feliz siendo su propia dueña, amando a todos aunque le dijeran puta. Muchas tías de los relatos tenían amantes, como la tía Mariana que casi se arrepiente de engañar a su esposo, que era tan entregado, tan bueno con ella y tan trabajador, y que cuando fue a buscarlo para confesarle su infidelidad, lo vio a él con otra, entonces no le dijo nada y en cambio sintió alivio y siguió con su amante.

O la sororidad que hay entre la tía Pilar y la tía Marta, que se volvieron a ver después de muchos años de no verse y en lugar de presumirse mutuamente sus vidas, se cubrieron de halagos y se mostraron sin filtros y sin presunciones, diciéndose las verdades de sus vidas, abrazándose en comprensión. Como ese amor que se tenían la tía Mari y su mejora amiga, que hicieron un pacto para que sus cenizas estuvieran revueltas.

La tía Natalia se fue de su casa sin casarse, siguiendo su instinto de conocer el mar, y la tía Elvira siguió su deseo de emprender negocios, empezó administrando una ladrillera y acabó dueña de una mina de sal, dos de los primeros cinco aviones que cruzaron el cielo mexicano, tres de los primeros veinte rascacielos y cuatro hoteles sobre la costera de Acapulco.

Y así en relatos cortos, algunos de una sola página, Angeles Maestretta nos comparte estas historias de mujeres poderosas, y que si eres mujer te identificarás con una u otra historia y te hará reflexionar una u otra cosa de la inequidad de género que aún vivimos.

Como son relatos breves y puntuales, recomiendo este libro para quien no tiene mucho tiempo para sentarse y leer, porque puedes disfrutar de una o dos historias en cualquier ventana de rato que tengas por ahí. Y como no hay relación entre relatos, pues igual puedes dejar de leerlo varios días y continuar cuando puedas sin que tengas que recordar cómo iba la historia. Además lo vas a disfrutar si lo lees en con calma, sin devorarlo en una sentada— porque podrías terminarlo de leer en una tarde—, para que te dé tiempo a la reflexión.

Definitivamente cómpralo y llévalo en tu bolsa, paséate con las mujeres de ojos grandes de Angeles Maestretta.

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