Y si me escapara al bosque

Elijo el frío. Elijo un frío húmedo con ese aire fresco que queda después de la lluvia. Iría a un bosque, lleno de árboles muy altos a los que les crecen helechos en los troncos.

Llegaría a una cabaña, que no sea lujosa porque me haría pensar en la ciudad. Mejor rústica y un poco vieja, para que huela a tiempo. ¡Ah, pero con camas limpias y sábanas blancas y suavecitas!. Prendería la chimenéa y me acurrucaría enfrente, entre cojines y cobijas, leyendo uno de esos libros que te atrapan y no puedes dejar de leer.

Pasaría las horas caminando entre los árboles, llenando mi pulmones del olor a pino, hierbas y tierra mojada. Pondría mucha atención al sonido de mis botas cuando pisan la tierra, el crujir de las piedras moviéndose debajo de mis pies. Encontraría un lugar para extender una cobija en el suelo, donde me llegue la luz a través de las ramas de los árboles, solo lo suficiente para sentir el calor del sol. Me sentaría, quitaría mis zapatos y tocaría la tierra con mis pies descalzos. Me quedaría ahí, para seguir leyendo ese libro que no puedo soltar.

Tendría siempre pan de elote o pan de plátano, de esos panes caseros que saben a la cocina de mi abuelita, para acompañarlos con mi café de olla en la mañana y luego con un chocolate caliente por la noche. En la noche prendería una fogata ahí afuera, para poder acostarme a ver las estrellas que no puedo ver en la ciudad y que me dicen lo pequeño e insignificante que son mis problemas comparados con el tamaño del universo y comparados con los siglos que llevan brillando los astros.

Me daría mucho frío y ninguna cobija sería suficiente, por eso decidiría ir acompañada de unos brazos grandes que pudieran rodearme y calentarme, que fueran muy fuertes para poner más leños a la fogata. Me llevaría esos brazos que disfrutan de abrazarme y que quieren apretarme para cuidarme de mis miedos y de mí misma. Le robaría besos, exhalaciones y gritos a esos brazos, para que pudieran dormir desnudos y cansados, en esas sábanas blancas y limpias, en ese cuarto con la chimenea encendida, donde esas llamas iluminarían mis ojos, que estarían disfrutando unas vacaciones perfectas.

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