Aquí comparto alguno que otro desfogue de palabras (unas muy funables y otras no tanto), son ideas sueltas y casi siempre emociones; tienden a ser pensamientos que se evaporarían con el tiempo, pero que al escribirlos los hago ajenos y ya no los pierdo.
Un día mi papá me dio un dólar y dijo “hija, compra todo lo que quieras”. Yo tenía como 11 años y un dólar era mucho dinero para mí. Obviamente no había mucho que pudiera comprar, pero yo salí de la tienda con un diario de páginas de colores pasteles y florecitas en los bordes, abría con llave y olía a perfume de muñecas. Así comenzó la manía de escribir todo lo que me cruzaba por la cabeza, y desde entonces no he podido parar.
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